¿Por qué la Basílica Agustiniana de Florencia está dedicada al Espíritu Santo? He aquí el texto del profesor Giovanni Cipriani que da razón del origen histórico del título de la basílica.
Según los documentos que aporta Domenico Maria Manni (1690-1788), los agustinos llegaron a Florencia el año 1233. Al principio eligieron la colina de Arcetri como lugar para la oración y la meditación; más en concreto la localidad de Ileperi, cerca del pueblo Pian dei Giullari, donde más tarde surgiría la iglesia de San Mateo en Arcetri.
Ahí compraron un terreno al Prior de Santo Stefano del Ponte Vecchio por la cantidad de 200 libras que pagó el agustino P. Aldobrandino. El terreno, de vegetación boscosa exuberante, era un eremitorio perfecto, que enseguida tomó el nombre de Eremo de San Mateo de Ileperi o Lepore.
En 1250 -diecisiete años más tarde de su llegada- el mismo P. Aldobrandino compró una casa a Spinello Accolti di Borgo S. Jacopo y a Omodeo, hijo de Guido quien fuera especiero del pueblo de S. Jacopo. La localidad también era llamada Casellina.
La intención del P. Aldobrandino era instaurar una comunidad con iglesia y convento. Omodeo, el especiero, regaló en 1251, tres fanegas de sembradura en el mismo lugar de Cuculia o Casellina, haciendo más concreta aquella intención.
En 1269 una comunidad de agustinos se estableció en Florencia de manera estable. Se comenzó entonces la construcción de una nueva iglesia y de un nuevo convento. El edificio englobó la pequeña iglesia de San Romolo que ya existía en el lugar.
Por entonces la ciudad de Florencia se encontraba en fase de gran expansión. La abundante inmigración venida de todo el condado cambió la cara de la ciudad. Tanto se multiplicaron las casas de Oltrarno -del otro lado del río-, que se decidió construir un nuevo puente, el Puente Santa Trìnita. De varias maneras recibieron los agustinos apoyo económico. El Papa Inocencio IV Fieschi, mediante un breve, concedió indulgencias a quien apoyara con donaciones la fábrica del sacro edificio. Así, la Condesa Beatrice da Capraia dispuso en su testamento una espléndida hijuela.
El convento y la iglesia, comúnmente llamada Santo Spirito di Casellina, surgieron rápidamente; tanto que en 1284 se instaló aquí El Estudio General de la Orden de San Agustín, un centro con un perfil de enorme relieve donde se estudiaban la teología y la filosofía, dotado de una copiosa colección de manuscritos. En 1287 era ya evidente el prestigio adquirido por los agustinos. Sus muros acogieron la celebración de un importante Capítulo General de la Orden.
Es evidente el apoyo del Municipio de Florencia al esfuerzo de los agustinos. Se adquirieron y demolieron varias casas con el fin de abrir el espacio de la plaza. En 1295 el Ayuntamiento donó 400 libras; en 1297, otras 1.200 libras como ayuda para la obras de la iglesia de Santo Spirito de los Ermitaños de San Agustín de Florencia; y más tarde, en 1298, 1.500 libras.
La fama que adquirió el convento como centro cultural, creció sensiblemente y, por la relación personal con Fray Dionigi di Borgo San Sepolcro, Francesco Petrarca comenzó a frecuentar Santo Spirito, contemporáneamente atraído por los manuscritos raros que contenía. Fue precisamente Fray Dionigi quien presentó Petrarca a Roberto d’Angiò. Con estos encuentros Petrarca se iba acercando cada vez más a la figura de San Agustín, hasta el punto de convertirlo en el interlocutor de su obra «Secretum», una de las más amadas por el poeta.
También Giovanni Boccaccio frecuentó el convento de Santo Spirito y su rica cosecha de manuscritos. En pleno Trescientos Fray Luigi Marsili fue amigo y correspondiente, no solo de Petrarca, también de Coluccio Salutati, canciller humanista de la República Florentina.
El Ayuntamiento de Florencia siguió siendo generoso, y así en 1397 se decidió el establecimiento anual de un conspicuo fondo destinado a la construcción de una nueva basílica más amplia. La cifra debía ser entregada cada 28 de agosto por la fiesta de San Agustín.
Solo en 1428, bajo apremiantes requerimientos de Francesco Mellini, se nombró un intendente que cuidara la nueva fábrica. El elegido fue Stoldo Frescobaldi, exponente de una familia que en la actualidad continúa unida a Santo Spirito.
La construcción de la nueva basílica se encomendó a Filippo Brunelleschi en torno a 1434. La fama de Santo Spirito como centro cultural, no dejaba de crecer. Asiduamente lo visitaban Leonardo Bruni, Poggio Bracciolini, Niccolò Niccoli y Giannozzo Manetti. Tras una larga elaboración del proyecto, Brunelleschi comenzó la construcción del nuevo complejo en 1444. Sería la última obra del célebre arquitecto, que murió en 1446. Las obras pasaron a manos de tres de sus discípulos: Antonio Manetti, Giovanni da Gaiole y Salvi D’Andrea, los cuales, en parte, alteraron el proyecto original.
En marzo de 1471, se montó un grandioso espectáculo en honor del Duque de Milán Galeazzo Maria Sforza, huésped de Lorenzo dei’ Medici: el descendimiento del Espíritu Santo. El regidor fue el célebre técnico Mastro Cecca. Un cielo de ángeles anclados al techo del coro, se movían libremente. Las velas incontables parecían estrellas del firmamento que, ingeniosamente, aparecían y desaparecían. Los ángeles eran jovencitos atados de forma segura, que se movían y se daban la mano como si estuvieran bailando; aparecían envueltos en nubes de algodón. Sobre ellos se había colocado al Padre Eterno, y a su lado Jesucristo, rodeado por los ángeles. En el medio, una paloma que representaba al Espíritu Santo, abría sus alas para enviar una lluvia de fuego. El Padre Eterno, Cristo, el Espíritu Santo, los ángeles, las infinitas candelas y la dulce música, todo junto parecía el mismo paraíso. En la parte inferior había un cenáculo con la Virgen María y los apóstoles iluminados por lenguas de fuego. Al terminar la grandiosa sacra representación, se apagaron todas las velas, menos una que por descuido quedó encendida dentro de un tubo de madera, lo que durante la noche originó un terrible incendio. Gran parte del edificio sagrado se destruyó, con las pinturas y los adornos. Hubo que realizar nuevos trabajos. Salvi D’Andrea realizó la cúpula entre 1479 y 1481, así como el interior de la fechada entre 1483 y 1487. La basílica, que había sido consagrada en 1481, puede decirse terminada en 1487. La sacristía fue diseñada y construida por Giuliano da Sangallo en 1489. Aún en medio de la tragedia que se originó, la representación de Mastro Cecca recoge el más genuino significado del sacro edificio y el mensaje pacientemente construido por los Padres agustinos, a saber, el valor salvífico del Espíritu Santo en un constante Pentecostés. En efecto, el Espíritu Santo nos cuida nos guía hacia la salvación poniendo ante nuestros ojos las enseñanzas de Jesús, haciéndolos entrar en nuestras mentes y en nuestras almas.
En una miscelánea de textos, san Agustín, titulada Divinas meditaciones, describe magistralmente la manera de obrar del Espíritu Santo y su extraordinaria efusión cuando se le invoca quedamente (cap. X).
Oración al Espíritu Santo
Espíritu Santo que todo puedes y eres consolador misericordioso de los afligidos,
desciende ahora con tu potente gracia a lo más escondido de mi corazón y a sus tinieblas,
pues eres su habitante compasivo.
Dulcísimo Bien, dona claridad; y con la abundancia de tu divino rocío,
fecunda cada parte interior, antes sórdida y lánguida por larga sequedad.
Con la dulce llama de tu amor iluminas lo más íntimo del hombre interior,
antes ulceroso y enfermo.
Con el calor de tu santo fuego penetras las almas,
e iluminándome con tu ardentísimo amor,
llenas los más íntimos espacios de mi cuerpo y de mi alma.
Ven, amor dulcísimo que purificas los pecados y sanas las llegas y las heridas.
Ven, fuerza de los débiles y sostén de los que caen.
Ven, Maestro de los humildes y destructor de los soberbios.
Ven, Padre amoroso de los huérfanos y justo juez de las viudas.
Ven, esperanza de los pobres y consuelo de los débiles.
Ven, estrella de los navegantes y puerto de los náufragos.
Ven, ayuda de todos los vivientes y única salud de los agonizantes.
San Agustín.
En conclusión, una iglesia dedicada al Espíritu Santo cumpliría mejor aún con la misión salvífica, recordando constantemente el mensaje de Pentecostés y guiando el rebaño de los fieles, con mano segura, hacia el Reino de los cielos. Emerge con diáfana claridad el relieve y la importancia de Santo Spirito dentro del contexto devocional florentino; lo que justifica con mayor fuerza la constante intervención del Ayuntamiento de Florencia a favor de los Agustinos a lo largo del Doscientos y del Trescientos y, al mismo tiempo, da razón del fuerte vínculo con el Duque Cosimo I dei Medici, quien concebía el mundo de la fe, no solo como camino hacia el Paraíso, sino como verdadero instrumentum regni.